Joaquín Sabina: una voz sin maquillaje
El libro ‘19 días y 500 noches, Sabina fin de siglo’ analiza el éxito del disco más popular del cantautor
La portada de 19 días y 500 noches
(1999) iba a ser una caja de Ducados con el nombre de Sabina
sustituyendo al de la compañía de tabaco. “No se pudo publicar porque
era demasiado malote para Ducados, para Tabacalera, y decían ‘Es que se
va a morir cualquier día y se van a creer que es por fumar Ducados",
comenta el entonces director de la discográfica que publicó el álbum,
Carlos López, en 19 días y 500 noches, Sabina fin de siglo (Efe Eme, 2019), el libro que ha escrito el periodista Juan Puchades.
En
vez de eso, la portada terminó siendo una fotografía que el músico
tenía colgada en el salón de su casa, recuerdo de una sesión para el
suplemento dominical de un periódico. Sabina fin de siglo es un libro que profundiza en el proceso de producción y describe el entorno del cantante durante sus años de más éxito.
Y apunta a su pasado más directo como la primera clave para el nacimiento del disco: la decepción que supuso su etapa de colaboración con Fito Páez.
“Es un disco de cocaína”, observa Puchades, que describe los meses que duró la composición y grabación de 19 días y 500 noches como una rutina de "café, whisky y coca". Durante el proceso de grabación en El Cortijo, un estudio en la Sierra de Ronda (Málaga),
Sabina se levantaba a mediodía, leía los periódicos y ya por la noche
se encerraba a cantar con Antonio Oliver, coautor de cuatro de las
canciones. “Antonio Oliver participó mucho en este disco. En estar a mi
lado, en corregirme, en saber lo que quería y en pasarse la noche
conmigo, él metiéndose más rayas que yo, de hecho, tiempo después se
murió”, recuerda Sabina en el libro.
En
El Cortijo, se centraron en capturar la voz del cantautor sin
artificios. “Venían de un contexto en el que a todo se le metía efectos,
reverbs. Eran sonidos un poco industriales, fríos”, explica Puchades. El productor que eligió Sabina para el disco, Alejo Stivel,
decidió hacer lo contrario: grabar la voz de Sabina al desnudo, sin
decoración. “En general todo el disco fue simplificar, quitar maquillaje
no solo de la voz, también de los instrumentos. Todo eso son méritos de
Alejo”, observa Sabina en otro fragmento.
La
sencillez de la producción se une así a la lucidez de las letras.
“Sabina está pegado a la calle”, dice Puchades, que apunta a Roberto
Goyeneche, El Polaco, o Georges Brassens entre los cantautores
con más influencia en esta obra. “El Polaco es un decidor, como Sabina:
más que cantar, dicen. Utilizan unas formas muy naturales”, explica el
periodista musical.
'El
estilo del compositor de Úbeda es entonces otra de las claves del
éxito: es un álbum que une a dos generaciones. Por una parte, los
seguidores que sintonizaban con el cantautor desde su etapa en La
Mandrágora; por otra, una nueva generación nacida en los ochenta. “Es un
maestro para mezclar realidad y ficción, que es lo que hacen los
grandes novelistas y creadores”, apunta Puchades. Las referencias, las
frases hechas, las metáforas y las paradojas engranan las canciones de
su discografía.
Una
vez compuesto y grabado, proceso que duró algo más de un año, llegaron
los obstáculos de la discográfica. Aunque el álbum incluía en un
principio 23 canciones en un CD doble, Ariola redujo la propuesta
inicial a un único disco con 13 temas -dos más en la edición argentina, muestra del vínculo que une a Sabina con este país.
“Cuando
un artista tiene 45, 46 o 48 años y los discos empiezan a descender en
ventas, no sabes hasta qué punto está consolidado”, cuenta Carlos López
en el capítulo del libro dedicado a la discográfica. El director de
Ariola apunta también: “Cuando llegó el disco, yo pensé que era el
cambio para pasar a los varios de cientos de miles de ventas. No era un
disco hecho para la gente de su generación, sino para la siguiente
generación”.
Juan
Puchades, que ha entrevistado a Joaquín Sabina y a las personas que
participaron en la gestación del disco, apuntala el fervor que acompaña
al ganador de dos premios Ondas: “Era el disco con el que Sabina podía
llegar a otra generación, por sonido, por actitud. Incluso por el
personaje que era entonces Sabina, con toda la prensa hablando del
Sabina canalla, noctívago, alrededor de Sabina giraba tal cantidad de
locura… De locura cuando era un tío que no salía de su casa". La llave
de su casa en el barrio madrileño de Antón Martín la tenían todos sus
amigos.(El País)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario