Armando Almánzar hace un recuento del cine dominicano en el 2015 con su "chucho de reglamento". Puso la foto de Tubérculo Gourmet, pero no habló de ella...(?)
Cine dominicano 2015
A la espera de rabietas y apóstrofes nada delicados para con nuestra
persona, vamos ahora a enumerar, mes por mes, los 17 estrenos de
producciones locales que se realizaron a lo largo del año que recién
finaliza.
¿Quién
hubiera imaginado en el 2000 que, apenas unos 15 años después, se iban a
estrenar nada menos que 16 cintas criollas en 365 días? Nadie, ni
siquiera los charlatanes que, año tras año, pronostican muertes de
ilustres y grandes catástrofes porque, al parecer, solo “visionan” lo
peor para nuestro país.
Aunque,
pensándolo bien, por aquello de las catástrofes no iban a estar muy
alejados porque, de no ser por un par de “iluminados” ese hubiera sido
el panorama.
Pues
bien, ahora, a la espera de rabietas y apóstrofes nada delicados para
con nuestra persona, vamos ahora a enumerar, mes por mes, esos 17
estrenos, adelantando, por supuesto, que no hemos visto el documental
“Tu y yo”, reputado de excelente por mis compañeros, ni un estreno que
se anuncia para esta misma semana, “Los fabulosos ma mejores”, que
también han visto algunos de la crítica y no anuncian nada bueno.
En
enero hizo su aparición eso, una “aparición”, si se toma el término por
su lado fantasmagórico y repelente: “Pa’l campamento”, una de esas
“cosas” que hace el “niño orquesta”, Roberto Ángel Salcedo, una historia
que es pura bazofia con interpretaciones para el olvido absoluto.
En
febrero, Archie López se lanza al ruedo con otro “motrúcalo”, “Los
paracaidistas”, otra historieta infame a la cual se le llama guion
porque, al igual que a todo lo que se proyecta en una pantalla se le
denomina “película”, tenemos entonces ese dobleto: “guion” y “película”.
Para
no quedarse muy atrás en materia cualitativa, marzo nos trajo nada
menos que una “historia de amor”, pero breve: “Una breve historia de
amor”, de Alan Nadal Piantini, cuyo “guion” sufre casi tanto como los
anteriores, pero en romance y con personajes muy poco consistentes
aunque, como es natural, se elogia algo el intento para cambiarÖ aunque
no haya cuajado.
En
abril, milagro, no apareció alguna del patio, pero mayo nos trajo uno
de los asuntos más insólitos que hemos presenciado: “Bestia de cardo”.
Lo cierto es que, todavía hoy, a 8 meses de su estreno, no sabemos a
ciencia cierta qué carajos fue lo que vimos o lo que quiso hacer su
directora, guionista y actriz principal, Virginia Sánchez Navarro. No
podemos más que elogiar su atrevimiento por meterse en camisa de once
varas pero podríamos apostar que, por lo menos, le sobraron 9.
Junio
llegó para más comedia, pero ahora un tanto más pretenciosa: “Detective
Willy”, de José María Cabral. Esta historieta ofrece detalles
interesantes: el desdoblamiento del personaje central, el Willy del
asunto, así como algunos pormenores en su desarrollo, pero, como casi
todo el cine criollo, cojea en su guion que presenta puntos flojos por
muchos rincones. Sin embargo, no es de lo peor en el conjunto de las 16.
Y,
resoplas, llegó julio y empezó la salvación del año: “La Gunguna”.
Hemos de confesar que tuvimos una especie de suerte adivinatoria con
este filme: lo fuimos a ver en estreno de gala, cosa que casi nunca
hacemos, porque “sentimos” que debíamos verlo. Y no nos defraudó, muy
por el contrario, salimos del Cinema Centro exultantes de gusto porque
el guion de Miguel Yarull es, realmente, un buen guion, y la dirección
de Ernesto Alemany redondea con certeza esa historia tan sentida, tan
diversa, tan repleta de ideas sobre lo que somos, sentimos y hacemos en
esta nuestra nación, algo que se complementa con por lo menos media
docenas de estupendas interpretaciones. Es el filme de ficción del año,
sin lugar a dudas.
Y
ese mismo mes, aunque con un estreno un tanto solapado, el otro filme
que nos llena de orgullo y, de paso, termina por salvarnos el año:
“Blanco”, el estupendo documental obra de Melvin Durán que nos ofrece
una visión hermosa, pero profunda y sincera de un sector de nuestra
población generalmente visto con no buenos ojos por el resto: las
familias albinas de Constanza. Retazos de sus vidas enmarcadas en la
impresionante belleza de su entorno físico que, sin embargo, no logra
ocultar el malestar que viven de continuo al ser discriminados. Lástima
que esta película, tan excelente no haya tenido una mejor difusión a
nivel nacional.
En
agosto volvemos a la rutina de lo necio y banal: “Pueto pa’mi”, de Iván
Herrera, es pura monotonía argumental respaldada, para mayor
aburrimiento, por algo que llaman “música” y envuelta en otra historieta
cursi, manida y paupérrima.

Pero
no se conformó ese mes con ese “lugar”, sino que hizo espacio para otro
sonoro bodrio: “Todo incluido”, un “clavicordio” de quien anda buscando
records de hacer lo peor cada vez: Robert Ángel Salcedo, quien en una
entrevista, al responder sobre el hecho de que dirige, produce, actúa y
escribe sus películas, dijo que de todo ello lo que más le gustaba eraÖ
escribir. Pues no hay más que hablar, que lo lleven al programa de
alfabetización urgente.
En octubre, “Ladrones”, de Joe Menéndez, un cuento de hadas pero con disparos y golpes, insulso y desesperante.
Pero
también, la muy pretenciosa “Oro y polvo”, muchos tiros, muchos
muertos, mucha droga pero muy poco guion, aunque su producción sea más
costosa y la chica casi se desnuda.
Y,
para culminar el mes. Otro buen documental, “República del color”, que
nos revela que el joven director Héctor Valdez progresa porque su
relación en imágenes sobre pintores fuereños, cuya paleta de colores es
netamente criolla, han dejado una profunda huella en nuestro arte.
“Dinero
fácil”, de Daniel Aurelio, será pronto olvidada por inane y facilona, y
“Del color de la noche”, de Agliberto Meléndez, ha sido tal decepción
que ya nos apena hablar de ella.
Y vendrán más
(Armando Almánzar-Listín Diario)
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